el blog de bubastis

lunes, mayo 23, 2005

Lucía Joyce

Hija de James Joyce y Nora Barnacle, nació el 26 de julio de 1907 en un hospital de caridad de Trieste. Los Joyce no pasaban por una buena etapa, la situación económica era muy precaria, el poemario Música de Cámara no se vendía y, al tiempo del nacimiento de Lucía, James se encontraba internado en una institución hospitalaria aquejado de fiebres reumáticas.
Lucía era desgraciada, estrábica y pusilánime; una de esas personas que se encuentran desubicadas en la vida. Erró sus sucesivas vocaciones de bailarina, pintora, cantante y hasta escritora. Llegando a redactar una novela que nunca llegó a publicar y que hoy en día se encuentra perdida.
Su carácter era inestable, carecía de autoestima y, muy pronto, le fue diagnosticada esquizofrenia. Hasta 1982, año de su muerte, su vida fue un parsimonioso descenso a la locura.
En el amor su trayectoria fue igualmente errática, tuvo diversos romances con artistas más o menos recónditos como Émile Fernandez, Alexander Calder y Albert Hubbell, a quien le entregó su virgo.
Sin embargo, su romance más insólito lo compartió con Samuel Beckett, quien rompió el frágil corazón de Lucía cuando le confesó que la razón por la que frecuentaba su casa era la admiración por su padre James, y no un auténtico interés romántico por la desdichada Lucía.
Malherida en su orgullo, Lucía suplicó a su padre que nunca jamás volviera a recibir al joven Beckett, por lo que, de esta manera, se rompió para siempre la relación entre ambos escritores.
Posteriormente, Lucía estuvo muy cerca de ser llevada al altar por el inseguro Alexander Ponisovsky, quien acabó huyendo de la Joyce debido a sus graves crisis emocionales y al enfermizo amor que le seguía profesando al artífice de Esperando a Godot.
James Joyce llevó a su hija a los más distinguidos y competentes médicos de la época, entre ellos el mismísimo Carl Jung. Lucía era su favorita, su devoción.
Acaso James Joyce se culpabilizaba a sí mismo de aquella locura, tal vez intuyera que las potencias que poseían a Lucía eran las mismas que le poseían a él. Con la única diferencia de que James Joyce había sabido dirigirlas merced a la literatura.
Conforme Joyce culminaba Finnegan's Wake, sus problemas de visión se hacían mucho más graves; paralelamente, Lucía perdía irremediablemente el contacto con el mundo real.
En Prangins, una noche, Lucía incendió la habitación del sanatorio donde estaba ingresada, la joven sufrió graves heridas pero logró salir con vida. Aquel fue el punto sin retorno de Lucía Joyce.
Santa Lucía es una santa cristiana a la que se le representa con un plato sobre el cual están sus ojos arrancados en martirio. Es patrona de los enfermos de la vista, razón por la cual, el padre y la hija quedaban bajo la misma protectora. Esta es la forma en la cual James Joyce escribió, sin saberlo, el argumento de una parte muy importante de su propia vida.