el blog de bubastis

viernes, mayo 27, 2005

Así dejé de Ser Veinteañero

Hoy es mi cumpleaños, y desde luego que ha sido uno de los más extraños que he vivido. Conforme el 26 de mayo se convertía en 27, la televisión pública nos regalaba la emision de Rompiendo las Olas, de Lars Von Trier.

Es sin lugar a dudas una de mis películas favoritas, no creo que exista en el cine actual un solo cineasta como Trier, capaz de especular con los sentimientos del espectador, de volverle del revés y de hacerle capaz de involucrarse con una historia.

Es una película desconcertante, llena de decisiones arriesgadas que no tienen otra función que la de desorientar al espectador. La ubicación es un pueblecito escocés, la atmósfera es gris, la época escogida son los años setenta, la música (cuando está presente) resulta crispante, el montaje está cortado con tijera...

Cuenta con dos actores secundarios que por sí mismos justifican el visionado, Udo Kier (¡Udo Kier!) haciendo de diablo y Jean Marc Barr encarnando a un recio macho escocés, dos actores cuyas filmografías no tienen un solo punto negro (les juro que hasta las malas merecen la pena sólo por verles).

La historia es un salto al vacío: un itinerario que parte del amor obsesivo y que desemboca en el holocausto, en la santidad. El análisis de esta película es un manatial de tesis doctorales, en sus dos horas y media de metraje realiza una exploración profunda de la condición humana, cristianiza la primitiva figura de la hetaira (prostituta sagrada), fusiona de manera magistral lo espiritual y lo grotesco, se jacta del puritanismo y en su vertiente hagiográfica, llega hasta las últimas consecuencias.

El progresivo proceso de descomposición emocional de Bess (una prodigiosa Emily Watson) se compensa con un también progresivo ascetismo espiritual, de manera que en ella se identifica la más absoluta iniquidad con la Iluminación divina.

Por todo ello no hay más remedio que ubicar esta película al lado de los más brillantes ejemplos de cine metafísico, como La Palabra, El Teniente Corrupto o Marcelino Pan y Vino.

Ningún director maneja como Trier la contradicción. Ninguno ha sabido reunir como él lo zafio y lo sagrado de una manera tan orgánica e inseparable; por todo esto creo que, en lo más hondo de sus tragedias, Trier se muestra como un colosal bromista, como un creador que, tal vez endiosado, no deja de burlarse de sus rendidos espectadores.

Sobre este particular, el 13 de mayo, el impecable blog de ausente editó un post sobre Trier sumamente revelador que pueden leer aquí con el que, con algunas salvedades, me siento identificado. Este blog es uno de los más interesantes, divertidos e instructivos escritos en español, con él les dejo en buena compañía, pues hasta el próximo lunes no colgaré ningún post.

1 Comments:

At 8:59 a. m., Blogger absence said...

Gracias por los elogios y felicidades con retraso

 

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