el blog de bubastis

martes, mayo 31, 2005

El Beso Negro de Chaykin

Me había prometido a mí mismo que en este honorable blog no daría cabida a la pornografía. Internet está plagado de lugares donde los que requieran este tipo de consuelo puedan quedar satisfechos. Sin embargo, hoy voy a quebrar esta norma que me había autoimpuesto.

Hoy voy a hablar de Black Kiss, el que a mi juicio es el mejor título de Howard Chaykin. Publicada por la pequeña editorial canadiense Vortex Comics en 1988, los 12 números que componen esta serie empezaron a ver la luz en nuestro país en 1990, cortesía de Normal Editorial.

Black Kiss es un canto a la transgresión, un cómic que, por ideología e intenciones podemos entroncar con la obra erótica de Bataille, Musset o el mismísimo Apollinaire.

Como en una elegante mascarada, descubrimos que debajo del antifaz que cubre este cómic nos topamos con una exquisita fábula moral que transfigura el contenido ultraviolento y perversamente sexual de la obra.

Chaykin abre una mortífera espiral de deseos contradictorios, refinados excesos, humillantes fantasías y espantosos crímenes que desembocan en una delirante epifanía de destrucción.

Y es que uno de las mayores virtudes de este cómic, que con tanta sutileza manipula al lector, es que Chaykin nos traslada con pulso maestro a un viaje inicático y cruel.

Como un desvirgamiento, la trama se desarrolla con la accidentalidad propia de las obras de Chaykin, sin ahorrarnos detalles, haciéndonos testigos de una historia de películas proscritas por el Vaticano, prostitutas mellizas, libros sagrados, sectas satánicas, blasfemias, asesinatos, hombres acorralados y misteriosas bebedoras de sangre.

Una de las mayores virtudes de este cómic es su estética. Todas las obras de Chaykin la tienen muy definida, pero en pocas ocasiones ha resultado tan bien ensamblada en la historia como en el caso que nos ocupa. Hombres elegantes y trajeados que parecen recién salidos de un elegante cóctel celebrado en el Hotel Plaza en los años cincuenta, subyugantes muchachas de cabello oxigenado y lunar en la comisura de la boca que parecen coristas de Broadway y unas portadas que, por sí mismas, justifican la adquisición de los doce números de la serie.

De cierto que la calidad y envergadura de esta obra bien merecería un estudio profundo mucho más profundo que el que estoy haciendo, pero para ello, si son francoparlantes, pueden leer uno muy interesante aquí. En todo caso, lo único que puedo hacer es recomendarles muy vivamente que se hagan con una copia de esta obra de arte.