La Felicidad
Borges consigna con estos versos la desazón del hombre contemporáneo: "He cometido el peor de los pecados / Que un hombre puede cometer. No he sido / Feliz. Que los glaciares del olvido / Me arrastren y me pierdan, despiadados".
Ciertamente, como señalaba Bertrand Russell, "todo el mundo prefiere ser feliz que desdichado". Pero probablemente el error radica en querer buscar la felicidad en una sola dirección y en querer hacer de ella el horizonte y el norte único.
"Me gusta demasiado la vida como para querer ser solamente feliz", dice Pascal Bruckner. Quizá el secreto de la felicidad lo encontremos en Clement Rosset: "Obtener de la realidad más de lo que podíamos razonablemente esperar".
Pero esto no es un estado, es cierta habilidad para optimizar el paso por la tierra, sin esperar de ella más de lo que corresponde a un hombre cuya mayor riqueza es ser hombre y aspirar a seguir siéndolo.
La exigencia de ser felices ha empedrado el mundo de desgraciados. Frente a la obligación de ser feliz habrá que reivindicar la libertad de ser feliz. Y hacerse el encontradizo con la felicidad.
(Sobre un texto de Josep Ramoneda).
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